La costumbre es una de las peores cosas que puede pasarle a este animal llamado ser humano. Lo recordé cuando vi el sol en mi ventana (una cosa rarísima, casi surreal durante estos meses) y me quede inmóvil, pensando en cuan lindas se ven las paredes anaranjadas cuando son bañadas por la tenue y cálida luz solar. Luego me di cuenta que este es el mismo sol que odio en verano, y que el cielo gris, algo opaco, que hoy me acompaña todos los días, es el mismo que ansío en largas temporadas veraniegas.
Costumbre. Así es como defino la sensación de la pupila no-dilatada ante la no-sorpresa de un cielo que se mantiene todos los días igual, o algo por el estilo.
En fin, mucha divagación, tengo que aprovechar que mis cachitos de caracol al fin se pueden asomar.