Esto no es un cuento, es un recuerdo: In memoriam THDP.

Había una vez un hombre que dió a luz, ó tuvo ó adoptó (eso no se sabe realmente) a tres mounstros. La verdad es que nunca los quiso, pero desde el momento en que los tuvo por primera vez se dió cuenta que no podría dejarlos hasta que pudiesen cuidarse solos. Nunca les tuvo miedo y por eso se propuso criarlos hasta que fueran lo suficientemente grandes. Entre medio los mounstros aprendieron a leer y a escribir. Les gustaban sobre todo las historias en las que se describieran oficios. No eran precisamente humanos, pero sin tener a nadie con quien compararse, cabe la posibilidad de que no se hubiesen dado cuenta de lo diferente que eran. No tenían nombre, al menos no en ese tiempo, y siguieron sin nombre mientras estuvieron al cuidado de El Hombre, lo que pasó después es otro cuento. Aprendieron a hablar también, y la primera palabra que aprendieron a comprender y pronunciar fue el nombre del Hombre. Les gustaba como los sonidos les raspaban la garganta antes de salir al exterior y transformarse en palabras y oraciones no muy largas. Les parecía un show de magia supremo el hecho de que un poco de aire se convirtiese en cosas con significado propio.
El problema era que El Hombre sabía que, tarde o temprano, tendría que irse lejos de allí. Era como una sentencia flotando muda sobre su cabeza.
Los mounstros siguieron creciendo y llegó un punto en que llegaron a parecer humanos, pero no tanto. Quizás un poco en los gestos, o más que nada, en ese tonto afán de intentar ser algo que no sé es ni nunca se será. O en una de esas no se parecían para nada y esto es una pura invención o mala apreciación.
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Los mounstros siguieron creciendo y llego un punto en que llegaron a parecer humanos. Los mounstros eran humanos, pero ya era demasiado tarde. Era hora de partir.

El hombre se levantó un día y tuvo cuidado de no ponerse sus zapatos, pensó que lo mejor era dejarlos atrás. En cambio, se anudó su bufanda con cuidado al cuello, se hecho un pedazo de pan duro al bolsillo y se fue, caminando, y sin mirar atrás.

Los mounstros se despertaron con la vaga sensación de que había algo fuera de lugar, pero no fue hasta mucho después que pudieron determinar que era. Gimieron y gritaron aullidos de tristeza, pero todo fue en vano. Los tres mounstros, tan acongojados estaban, se metieron en su cama y decidieron no levantarse hasta que el hombre volviese. El problema fue que El Hombre nunca más volvería. De tanto en tanto el tiempo comenzó a pasar, mientras que los mounstros de tanto estar en cama empezaron a crecer y a crecer. Un día, aburridos y sin muchas esperanzas, decidieron levantarse. Para ese entonces ya no parecían mounstros y en cambio tenían un figura totalmente humana y extraña. Extraña, se dice, porque en su rostro aun permanecía aquel insaciable gesto de curiosidad y porque en sus ojos habitaba una vulnerabilidad que definitivamente no era humana.

El hombre dejó atrás a dos mounstros y una pequeña mounstra, que para el tiempo en el que comienza esta historia ya no son nada de eso, si no que dos hombres adultos y una mujer joven que se mueven por el mundo sin encontrar un lugar apropiado. Es por eso que la mayoría de la gente los cataloga como nómades, si es que algo como eso aún existe. El unico problema es que ellos aun no saben lo que significa esa palabra, y probablemente permaneceran sin saberlo por el resto de sus poco humanas vidas.
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Se supone que la historia comienza aqui, pero la verdad es que ya se acabó. In memoriam THDP. Porque tengo que levantarme y dejar de esperar.

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