Otro cuento: Electricidad Onírica

*Es que no tengo nada más para contar, porque realmente mi vida personal es casi casi casi (pero realmente, lo es) un asquito :) Supongo que en unos 10 días más, cuando entre a la universidad, tendré algo interesante para contar, por ahora, otro cuento que escribí por ahí.

Las luces eran como almas titilantes. Nunca supo si almas en pena, pero almas al fin y al cabo. Era por eso que la oscuridad nunca la había asustado, ni siquiera cuando era pequeña y sus enormes ojos tricolores miraban todo con curiosidad.

Es que… ¿cómo hubiese notado esas pequeñas luces de no ser por el contraste con la negrura de las habitaciones por la noche?

Encender una luz era como crear una chispa, una chispa que daba vida. Daba vida cuando su pequeño dedo infantil bailaba sobre el interruptor una y otra y otra y otra vez. Su mamá solía retarla por ello, y ahora que lo pensaba, tenía bastante razón para hacerlo.

Bastantes años habían pasado de eso, y hoy, siendo una mujer adulta, había algo de patológico en su obsesión con las luces. La casa estaba llena de ellas. Grandes pequeñas, transparentes, de colores y en todos los modelos imaginables por una mente humana. Aun cuando fuese día, aun cuando fuese un día soleado, las luces permanecían prendidas.

Las luces velaban su sueño e impedían que la vida se le escapara. Era cierto, prenderlas daba vida, pero nunca había caído en la cuenta que apagarlas tan sólo mataba todo.

Matar. Que verbo tan terrible para la simple acción de ocupar la electricidad. Pero era cierto, y debía reconocerlo, ahora sí le temía a la oscuridad.

¿Qué sucedía si un día se hartaba de todo y, hastiada y frustrada, era capaz de apagar todas las luces? Eso era algo que no podía permitir. No podía, no podía. Las cosas no se habían planeado de esa manera.

Esta casa tan grande y tan sola ¿Quién se haría cargo de ella? ¿Quién? Pensaba algo frenética, algo asustada, algo esperanzada mirando las luces siempre encendidas, las ampolletas algo cansadas, el cableado eléctrico que casi la odiaba por su tirano comportamiento.

Ella también estaba algo cansada de la vida, algo cansada de la rutina, del sol, de la luna, de las noches, de la ropa, del clima, la radio y el tráfico. Sus luces interiores también se apagaban un poco, y quizás por eso titilaba, quizás eso era ser un alma en pena. Prenderse de pronto y apagarse con la misma intensidad.

Caminó por la casa, primero con orgullo, con esas ansias de gritarle al mundo que ella se había podido hacer cargo de todo, que después de la muerte de su madre y del total alejamiento de sus demás hermanos, ella había seguido en pie cuidando de la casa, y de todos sus rincones. Pero pronto la sensación cambió abruptamente.

Todo era una cruel mentira después de todo ¿no?


Los rincones permanecían empolvados y algunas arañas se mecían por aquí y por allá. La verdad era que no había podido hacer todo lo que la casa se merecía. Podía ver el cuerpo de su madre siendo velado en el pasillo en una noche sombría y solitaria. Podía verla cuando el sol se iba, con esas lucecitas que desde entonces ya titilaban.

Ella le había prometido a su madre nunca abandonar la casa, nunca irse, nunca descuidarla. Probablemente eran sólo los deseos de una moribunda algo desconectada de la realidad, en ese delirio propio de la cercanía con el misterioso túnel que aparece al final de la vida.

Se paró en medio de la sala y suspiró. ¿Y para qué?

Tenía una edad que ni ella misma sabía con exactitud, una edad que bordeada los cuarenta y muchos y los cincuenta y tantos. Nunca había visto un arco iris, sólo había visto luces que se prendían y se apagaban. Nunca había oído la risa de alguien más, o sentido el calor agradable de una mano enlazándose con la suya. Nunca había experimentado el suave cosquilleo de la brisa otoñal en las piernas descubiertas.

A veces dejamos mucho por muy poco, y en esas ocasiones, es mejor acabar la función. Mejor sentir el olor a pasto mojado y el tacto de la arena en los pies descalzos.

Se puso un abrigo cualquiera, y antes de cerrar la puerta, se aseguró de que todas las luces estuviesen apagadas.

Ya no había nada allí.


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Now playing: The Cranberries - Dreams
via FoxyTunes

2 notas musicales:

Calu dijo...

Lo bueno de titilar es que está siempre la oportunidad de seguir iluminando... aunque pensemos que ya no lo haremos más, es sólo para dar un susto. Inevitablemente la luz vuelve, tiene que hacerlo no?
La canción la ultra mega amo =)
Saludos!!

Ara Arias dijo...

"Nunca había experimentado el suave cosquilleo de la brisa otoñal en las piernas descubiertas"
me mata eso y es que tengo una pequeña obsesión con el oto´ño y su brisa, también sus hojas, por supuesto

y que decir el título, maravilloso
saludos señorita :3

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